domingo, 1 de abril de 2012

INAUGURACIÓN

Entre la infindad de roles de género que la cultura heterosexista ha distribuido y determinado, el deseo le ha correspondido al varón. Así, la mirada, en cuanto vehículo y expresión del deseo, también es suya. El deseante es varón, la deseada es mujer.( según una lógica sentenciada desde una "mayoría" que convalida esta supuesta ley natural).
Cuando la mirada se fija en la masculinidad, la reacción es atribuir esa mirada a una mujer, siguiendo los cánones de presunción de heterosexualidad universal. Sin embargo, se trata de una presunción relativa: hay miradas que expresan ciertos modos de deseo que sólo le son permitidos al hombre (los beneficos del machismo se extienden incluso a los varones homosexuales, que sí pueden mirar y desear porque son hombres).
Esta mirada, a su vez, aprovecha los atributos negativos que el machismo suele imponerle (porque así como avala al homosexual como deseante, lo cuestiona por el objeto de su deseo y por ponerse en el lugar de deseado por otro) para desafiarlo a ver sin equívocos lo que pretendería leer de otra manera, y para lograrlo se vale de una simbología asociada a lo femenino por lo frágil (la mariposa), no dejando margen de duda al respecto de lo que se está mostrando ni acerca de desde dónde está siendo mostrado.
También, el hombre aquí mirado y deseado está lejos de los estereotipos gays que, como todo estereotipo, tranquiliza porque se presenta como un canon que marca una frontera dentro de la cual no existe la amenaza. Al no responder las personas aquí retratadas a ningún tipo de figuración social del homosexual, esa mirada de deseo está diciendo que puede posarse en cualquier varón.
Así, el eterno deseante, aunque fuere ocasionalmente, podría descansar en el lugar del deseado.
Aquí la mariposa simboliza otra cosa, se des genera, se libera de la acotada asociación con lo femenino, y toma el rol del signo sensible, que no tiene género, sino que puede habitar los géneros diversos posandose de uno en otro, hablandonos de esa marca imborrable, y caprichosamente persistente en las identidades diversas, nos dice y afirma que aquella diferencia que se desprende de lo comun y por tanto uniforme, manifiesta ante los ojos de quien es receptor de la imágen, una señal liberadora, que como las alas, no se detiene, sino que bate sin limitación alguna.
Bienvenidas las mariposas, a romper con la prolijidad de la histórica foto social heterosexista, donde toda identidad, duerme tranquila dentro de su claro e inequívoco envase.

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